jueves, 11 de julio de 2013

Niños llenos de juguetes


¿Acaso cuando éramos niños no nos bastaba con sentirnos amados y atendidos por nuestros padres para ser felices? Claro, anhelábamos todos los juguetes que aparecían en los comerciales de la televisión, pero, en el fondo, con tener una sopa calientita sobre el plato y una mamá que nos acariciara el rostro suavemente era más que suficiente.  Entonces, ¿porqué en los tiempos actuales creemos que inundar a los niños con juguetes y permitirles hacer lo que quieran es quererlos? Desgraciadamente los tiempos han cambiado y nos enfrentamos a hogares en donde los padres están ausentes en tiempo y en espacio y los niños viven en un entorno de soledad y amenaza.
La globalización es uno de los factores principales que ha propiciado la ausencia de los padres en casa. Este nuevo modo de vida que hemos adoptado ha provocado que las empresas transnacionales suplan y colapsen los negocios familiares que con mucho sacrificio y satisfacción, se pasaron por mucho tiempo de generación en generación.  Estos negocios contenían el esfuerzo y la dedicación de familias enteras que laboraban arduamente y entregaban su corazón para sacar adelante la vida.  Este tipo de negocios familiares les permitía a las mujeres apoyar en horarios que se ajustaban a las obligaciones paralelas que tenían con sus hijos e incluso, los llevaban a trabajar.  Los niños entonces crecían junto con su madre y entre los demás miembros de la familia que estaban al cuidado del negocio.  Es común todavía ver a los tiangueros en sus puestos con una cuna a un lado y un niño adentro dormido.  O ir a las dos de la tarde por las tortillas y divisar a un par de niños corriendo por el lugar.  Lo malo es que cada vez son menos las familias que pueden sostenerse juntas. Ahora Walmart y los Seven Eleven nos venden las tortillas y todo cuanto necesitamos. Lástima que no vendan amor y abrazos.
Cuando voy a los pueblos me encanta ver la interacción que existe entre los dueños de los negocios con sus clientes: “Buenos días, Don Panchito, ¿cómo le va? ¿qué dice su esposa, ya se mejoró?”  Muchas veces los clientes se vuelven no nada más buenos clientes, sino buenos amigos. Entonces los dueños de los negocios se relacionan y socializan al mismo tiempo que trabajan.  Al llegar a casa llegan con una sonrisa en la cara, entre la satisfacción de haber vendido bien y de hacer lo que les gusta.  Evidentemente esta actitud va a generar una atmósfera de armonía en el hogar y es más probable que los adultos traten mejor a sus hijos y les den un poco de tiempo de calidad para jugar con ellos y escucharlos.
Hoy en día vemos todo lo contrario: las personas en sus autos con caras arrugadas de coraje y cansancio, gritándole al carro de enfrente para que se mueva porque tiene prisa de llevar a los niños a la escuela para después irse a trabajar.  Ahora los horarios son rígidos, inamovibles y les cuentan cada minuto que llegan tarde. La mayoría de los trabajos son monótonos y sencillos, por lo que la mente está condenada a tener una actividad escasa.  La complejidad del cerebro los obliga a querer retos, pero, cuando el reto más grande de su trabajo es empacar mil veces un pequeño juguete en una diminuta bolsa de plástico, ¿a qué más puede aspirar esa persona?  Ese tipo de trabajos no estimulan la creatividad, ni la imaginación ni la construcción de estructuras neurológicas. 
Me acuerdo bien cuando trabajé en HTP, una compañía de telefonía. Es el peor trabajo que he tenido en toda mi vida. Jamás me había sentido como un robot sin vida propia.  Contestando el teléfono de la misma manera, escuchando los mismos reclamos de los clientes, vistiendo de la misma forma todos los días. Lo peor era salir cuando el sol se estaba poniendo, ahí adentro de ese monstruo de lugar no me daba cuenta de sí llovía o no, o sí hacía frío o calor.  Gracias al aire acondicionado hasta el clima era invariable. No hubo un día que no me fuera de ahí con la cara larga de aburrimiento y desgano. 
Entonces, ¿cómo llegarán los padres a sus casas al salir de trabajar de estas grandes empresas?  Y no importa si jerárquicamente están hasta abajo o hasta arriba, ambos saldrán de la misma forma: desanimados, cansados, sintiéndose desafortunados. ¿Qué le transmitirán a sus hijos al llegar a casa? Enojo, tristeza, enfado, depresión, enfermedad. Así viven las familias del mundo en la actualidad.
Hasta hace dos décadas, las mujeres permanecían en sus hogares realizando tareas domésticas. No tenían necesidad de salir de su casa más que para ir a comprar alimentos o hacer mandados. Hoy las mujeres trabajan las misma cantidad de horas que sus maridos y aspiran a desarrollar los mismos trabajos que ellos.  Entonces, ¿quién cuida a los niños? Pareciera ser que aparte de ser el negocio más cruel del mundo, también es el más redituable, pues las guarderías hoy en día reciben a los niños desde los 40 días de nacidos. Cada vez más bebés son destetados desde esta tempranísima edad y son criados por “maestras” mal pagadas los primeros años de su vida (y según la psicología los más importantes).
Nunca se me va a olvidar el día que fui a pedir informes a una guardería que estaba cerca de mi casa. Las paredes coloridas y los murales de la fachada me dieron la bienvenida y entré sonriendo. La directora me recibió sonriendo. El recorrido por el lugar iba muy bien hasta que me mostraron el cuarto de los lactantes. La puerta estaba cerrada y no había ninguna maestra adentro. Los niños recién nacidos lloraban desconsolados cada quien en su porta bebé. No sabía si salir corriendo con todos ellos o abrazarlos o amamantarlos o consolarlos o… lo que hice fue ponerme a llorar y jamás volví.
Trastorno de déficit de atención, hiperactividad, anorexia infantil, suicidios infantiles, ¿qué nos están queriendo decir nuestros niños? El consumismo nos empuja a trabajar más, para ganar más y poder comprar más. Los niños tienen sus habitaciones repletas con los juguetes más modernos de toda la historia, pero son más malcriados que nunca. Se nos ha olvidado que los niños necesitan atención. Amor. Límites. Los niños sin amor y límites crecen con carencias que los obliga a ser inseguros, co dependientes y apáticos.  Los niños de hoy son los mismos que los niños de ayer: también necesitan una sopa calientita, una canción de cuna, una caricia en el rostro y un regaño que los reivindique.


Miau-tobiografía


Si las circunstancias fueran otras, en este momento estaría pensando y seleccionando - entre una y muchas cosas que soy- , qué decir acerca de mí. Pero al verme escribiendo esto a las 6:10 de la mañana del mismo día del que tengo que entregar este trabajo, digo de mí:  Soy un desmadre. Soy Abril, y soy adicta a la noche. No he logrado en años, acostarme antes de la 1:30 de la mañana. Acostarme temprano se ha convertido en posiblemente la meta más grande que tengo y de la que menos he hecho algo al respecto por cumplirla.

La noche, con sus brazos largos y seductores, me jala hacia su profundidad. Me envuelve su perfume de libertad, de misterio, de infinitas posibilidades para realizar mis sueños más encubiertos. La noche llega y ay de mí.

 Es por eso que este trabajo no empieza así: Soy abril, me gusta el mar, todas las artes y llevar un estilo de vida saludable. Sí soy Abril y me gusta el mar, todas las artes y llevar un estilo de vida saludable, pero creo que lo que mejor me define son las altas dosis de versatilidad con las que me desenvuelvo en la vida. La atracción que me causan las múltiples posibilidades de hacer cualquier cosa que llame mi atención y el puro gusto de hacerlas nomás porque quiero y no pensando en si son las adecuadas.

Soy un pulpo con la capacidad de hacer y deshacer varias cosas en un solo día, vamos, en un solo momento. Las horas de mis días se dividen en minutos llenos de pendientes por realizar: tareas, entregas, publicaciones, fotos, cálculos, planeaciones de clases, juntas, desayuno, comida y cena, cuentos, juegos, canciones de cuna. Versatilidad, soy un pulpo.

Mi vida es un claro ejemplo de lo que puede enfrentarse una mujer en la actualidad: llevar una vida a mil por hora.  Ser mamá soltera, universitaria y tener dos o tres trabajos a la vez.  Además creer que puede ser también novia o amante de alguien, amiga de personas que llevan un estilo de vida normal - y que por lo tanto demandan la atención normal - , hacerme cargo de un gato y 30 plantas y decir que sí a más cosas de las que puedo siquiera nombrar en mi cabeza.

¿Porqué? No lo sé. Pero lo que sí sé es que difícilmente este ensayo será de 3 hojas. Y todo esto por mi adicción a la noche. Pero, ¿qué sería de mí sin esas noches de desvelo en las que según yo “pongo orden a mi cabeza?” ¿Qué haría sin esos momentos lúcidos y energizantes en los que por fin me puedo sentar y organizar mi desmadre? Planear cómo voy a hacerme bolas con una y con otra cosa que tengo que realizar y cumplir y de qué manera hacerla?  

Es la única hora de la noche en la que me 
convenzo a mí misma de que sí puedo con todo.  De que soy capaz de educar con límites y amor a una pequeña sirenita que me regaló la felicidad más grande.  De que puedo ser una novia detallista, amorosa y cocinera. De que aunque no me gradúe con 10, seré una exitosa licenciada.  De que puedo malabarear 3 trabajos a la vez.  De que puedo escribir para una revista, buscar patrocinios para un festival de arte contemporáneo, dar masajes depurativos y enseñar la filosofía yóguica.

Fingir que pago mi renta a tiempo, que lleno el tanque de mi auto de gasolina cada semana y que voy de compras todas las tardes a comprar cosas que no necesito.  Fingir que llego puntual a mis clases y a mis trabajos. Pretender que soy la hija perfecta, esa que sin falta visita a sus padres cada semana y los escucha atentamente sin creer que fallaron.  Fingir que llevo mis cuentas en Hacienda porque me gustan los números y las finanzas y no para ahorrarme el pago de un contador que lo haga por mí.

Soy Abril, la que ama el mar, el día y la noche, los minutos de las horas y las horas de los días porque me prestan vida, y me dan la oportunidad de amar, de sentir, de tocar y de ver cuanta maravilla se me pone enfrente a diario y de hacer con eso lo que se me venga en gana.

Y no, no llené las 3 hojas.